Nostàlgia de futur
Nostalgia de Futuro es una exposición curada por Diana Padrón, ganadora de las Becas de Comisariado del Casal Solleric 2021. Las piezas son una re-elaboración para el contexto mallorquín de. dos obras anteriores, desarrolladas inicialmente en Argel y Alejandría. Las piezas se desarrollaron en paralelo a una serie de actividades en colaboración con distintos actores culturales y de la sociedad civil de la ciudad de Palma.
Nostalgia de futuro
Diana Padrón
El oxímoron de Josep Renau debería interpretarse una pregunta por la posibilidad de imaginar otro mañana. Lo pronunciaba en 1976 a su regreso del exilio, invocando un futuro cancelado por la dictadura. Casi medio siglo después, en medio de una pandemia que ha obligado a aplazar futuros inmediatos, quizás sea un momento oportuno para rescatarlo. Tal vez por el hecho de que esa voluntad de inmediatez fuera precisamente lo que atravesara la apuesta franquista por un modelo económico no democrático disfrazado de promesa. Como ha analizado en profundidad el geógrafo Iván Murray que nos acompaña en esta publicación, la industria turística se desarrolló en España bajo la promesa de un verdadero “milagro económico” y una “modernización”, mientras se entregaban regiones enteras al desenfreno de la especulación extranjera. Este proceso de terciarización, extendido más allá de la dictadura, sentó las bases para una especialización en empleos de poco valor añadido y la consolidación de una clase trabajadora precaria, eventual y desorganizada al servicio del ocio del norte de Europa. Parafraseando al filósofo Peter Sloterdijk, podríamos decir que el Opus Dei supo combinar la nostalgia católica con una “metafísica de la desinhibición”.
Pensada como proyección de una experiencia inexistente, como construcción ideal del pasado y fundadora de un imaginario o una narrativa oficial, la nostalgia obvia los relatos heterodoxos y una responsabilidad con nuestro propio presente. Dos proyectos anteriores de la artista Ro Caminal indagaban ya sobre estas cuestiones. Por un lado, el proyecto Olvido –una versión inicial de una de las dos instalaciones que presentamos en esta exposición, producida durante una residencia en la Asociación de Arte y Desarrollo Gudran (Alejandría) en 2018– que combinaba dos versiones de la Alejandría posrevolucionaria desde la idea de nostalgia y el papel de las imágenes en la construcción de la memoria colectiva. Durante la presentación del proyecto se distribuyeron stickers que reproducían una consigna en árabe de tono revolucionario que puede traducirse como “La nostalgia es para débiles”. En realidad, estos cuestionamientos estaban igualmente presentes en otro de sus proyectos anteriores titulado Inventaire –antecedente de la otra instalación de la exposición que nos ocupa y producida para la Villa Abdellatif (AARC, Argel) en 2018– que reflexionaba sobre los procesos de construcción de identidad colectiva desde el elemento fundador de la ruina.
Estas experiencias de la artista en estos otros contextos del Mediterráneo –desarrolladas siempre desde la voluntad de explorar, investigar y establecer dinámicas de colaboración en cada territorio– son cruciales a la hora de abordar las dos instalaciones producidas en Mallorca con motivo de la exposición en Casal Solleric. Precisamente, el antropólogo Fernando Estévez entendió el turismo como una “comercialización de la nostalgia” y como bien ha observado el geógrafo Francesc Muñoz, contrariamente a la creencia de que la globalización impone una homogeneización o indiferenciación de los espacios, la ingeniería turística busca oportunidades de mercado incentivando el imaginario ultralocal. Ya Karl Marx había descrito la necesidad de descentralizar la centralidad para evitar la ruina del capitalismo, un mecanismo que el geógrafo David Harvey ha explicado desde la idea de la renta de monopolio, es decir, la habilidad de presentar las mercancías como algo incomparable: desde las visitas turísticas a las ruinas de turno, las favelas de Río de Janeiro o el campo de Auschwitz, hasta la ruta del Modernismo en Barcelona o la práctica del balconing en Magaluf.
Hacer aterrizar los trabajos Oblit (Olvido) e Inventari (Inventario) en Mallorca ha permitido, por tanto, preguntarnos por la lógica de la nostalgia y la ruina en la especificidad balear, a la vez que en su inscripción en la dinámica global. A modo de paráfrasis de esa conocida idea de Walter Benjamin de que mientras el viento del progreso nos arrastra hacia el futuro, crece ante nosotros un cúmulo de ruinas, Ro Caminal nos presenta en Olvido el vinilo Avanzamos hacia el paraíso sin reconocernos en sus ruinas (“Avançam cap al paradís sense reconèixer-nos en les seves ruïnes”) como conclusión de una instalación de siete monitores con planos fijos de diversas localizaciones de la isla –una suerte de siete anti-postales en movimiento– que combinan imágenes de infraviviendas de trabajadores del sector turístico, proyectos inmobiliarios inacabados y canteras de hormigón a pleno rendimiento, mientras escuchamos un audio de una entrevista a Iván Murray. Como contrapartida a los espacios turísticos donde se comercializa la nostalgia, son numerosos los diagnósticos que apuntan a una reaparición de lo ruinoso asociado a lo que Rem Koolhas llamó “espacio basura”. El urbanismo de muchas ciudades deviene así en un archipiélago despedazado de espacios hiperdefinidos frente a no-lugares que, como bien apuntó Marc Augé, se describen precisamente como lugares sin nostalgia.
El verano de 2021 prometía ser el verano de la recuperación, del nuevo milagro económico. Ese mismo verano una gran montaña de residuos y escombros, de futuros abandonados recogidos de las calles de Palma, nos daba la bienvenida en la planta baja de Casal Solleric recordándonos que Ro Caminal con la cámara sólo puede registrar las ruinas, que son lo que realmente nos une (“Amb la cámara només puc enregistrar les ruïnes que són el que realment ens uneix”) y que, tal vez, el capitalismo de plataforma y la crisis de recursos no tardará en dejar nuestro modelo turístico en ruinas. Por eso nos apuramos en articular nuevos modelos de industria basados en alta tecnología, creatividad y capital cognitivo. Pero también los hubs económicos hipercontectados, como ha apuntado Saskia Sassen, contribuyen a nuevos procesos de gentrificación, fragmentación urbana y exclusión de las franjas menos cualificadas de la población. Por no decir que Luc Boltanski y Eve Chiapello constataban hace ya más de dos décadas que la reestructuración del capitalismo abanderaría la “creatividad” y “la sostenibilidad” para inventar nuevas modalidades de explotación y dominación. No bastará pues reivindicar únicamente esta alternativa de futuro, tampoco aspirar a una transformación social de la mano de la cultura dominante. Podemos, eso sí, cultivar un lugar para la pregunta, para la duda, para el disenso, para recordar el conflicto, para mantener abierto lo abierto. Es sólo allí donde ese oxímoron de Josep Renau nos puede realmente devolver otra clase de nostalgia: aquella que evoca una promesa incumplida.
Inventario / Nostalgia de Futuro
Instalación medidas variables:
Material de derribo constructivo y vertederos ilegales.
Postales procedentes Archivo Casa Planes.
Sombrilla playa.
Rótulo led.
La pieza es un anti-monumento a la ruina contemporánea. Una ruina que ya no es vestigio de esplendorosos imperios antiguos, sino que habita nuestro presente, como condición indispensable de una industria turística que las precisa para su sostenibilidad.
Ruinas que son presagio de un futuro compartido e incierto sobre el que deberíamos actuar. La nostalgia de futuro no debería cancelar nuestra responsabilidad con el presente.
Instalación medidas variables:
Siete videos en loop s/a
Audio mp4
Vinilo pared.
El trabajo forma parte de Nostalgia de Futuro, realizado gracias a la Beca de Comisariado de Casa Solleric, concedido a Diana Padrón, Palma, 2021
El discurso hegemónico presenta a la industria turística como camino único para el desarrollo económico de las Islas Baleares. Un discurso sin fisuras, que regula íntegramente la planificación urbanística de la isla, cancelando otros imaginarios posibles.
Olvido, construye un relato anti-hegemónico mostrando las ruinas contemporáneas que la industria turística genera como condición necesaria para su sostenimiento.
Si bien las imágenes corresponden al contexto Mallorca, el discurso es aplicable a la mayor parte del devastado litoral mediterráneo.
Con la colaboración de Iván Murray.
NOSTÀLGIES DE LES UTOPIES
Apunts sobre turistificació, balearització, precarització, i revolució
Ivan Murray Mas
L’any 2020 és un d’aquells moments en la història que deixen petjada, tal com passà per exemple amb la caiguda del Mur de Berlín o l’atemptat a les torres bessones de Nova York. Ja es parla de l’era post-COVID. Un moment històric que ens hauria de servir, entre d’altres coses, per reflexionar, però també per actuar. Per fer un canvi de rumb col·lectiu.
Començà l’any amb el temporal Glòria. Aquell temporal ens feu recordar que moltes coses que semblaven sòlides, inamovibles i quasi eternes, com és la franja de costa, poden ser alterades seriosament per fenòmens que associam al nomenat canvi climàtic. Passejos marítims i platges foren fortament trastocats, i en algunes ocasions completament destrossats per l’onatge. Els símbols de la balearització estan en risc. Les respostes de les classes dirigents al respecte –encara que amb alguna excepció- també foren una clara mostra dels temps que vivim, caracteritzats per la fórmula dels Germans Marx quan cridaven “Timber, Timber....”, tot cremant la fusta del tren mentre es dirigien cap l’oest. Després del temporal, les persones amb “sentit comú” reclamaven que l’estat invertís en la reconstrucció de passejos marítims i platges. I que és fes ràpid, abans que comencés la temporada turística. És clar, aquests són peces claus en la producció turística. La gran indústria del país.
A principis de 2020, a ulls dels opinadors del Nord Global, la propagació d’un virus per la Xina semblava una qüestió merament domèstica. Emperò en poc temps, el “virus xinès” es convertia en pandèmia global. El coronavirus ha actuat com una mena de focus que enllumena, amb una llum cegadora, la fragilitat de les nostres vides. També ha actuat d’amplificador de les contradiccions, tensions i conflictes de les nostres societats. Unes societats cada cop més desiguals. I, unes societats cop més desvinculades de la naturalesa. El coronavirus ha estat un toc d’atenció que hauria de servir per recordar que la humanitat forma part de la naturalesa. Que no la pot dominar.
Emperò, la coronacrisi també ha estat un moment, com totes les crisis, per a experimentar socialment per part del poder, per a l’aplicació de la teràpia de xoc tal com explicà Naomi Klein. I també un moment aprofitat per uns pocs per fer molts diners. Les grans fortunes es forgen en temps de guerra i crisis.
Mentre que la pandèmia s’ha explicat fonamentalment en termes biomèdics –despullant dels condicionants socials que han propiciat la propagació del virus-, la turistificació es presentava com víctima del virus. No obstant, els fluxos turístics globals –la hipermobilitat global- ha estat la peça clau que ha afavorit l’accelerada propagació del virus a escala planetària.
Els dos esdeveniments abans esbossats han tingut una molt especial incidència en les societats més turistificades del planeta. Per una banda, el temporal Glòria servia d’avís que el principal espai de producció turística, el litoral, pot sofrir importants transformacions. I, en definitiva, que les condicions climàtiques, que han estat una part central en la difusió de la industrialització turística de la Mediterrània, estan canviant a un ritme molt accelerat. Una Mediterrània que és una olla (climàtica) a pressió. D’altra banda, l’esclat de la pandèmia i les mesures adoptades per fer-hi front han implicat la interrupció del circuit turístic. La major crisi d’una de les expressions més sofisticades del capitalisme global, la turística, des de la seva forta expansió després de la Segona Guerra Mundial.
Així doncs, la incidència social de la coronacrisi en les principals zones de producció turística ha estat de les més severes. En el cas de l’estat espanyol, les cues de la fam més importants s’han produït als dos arxipèlags, el canari i el balear. Els paisatges de la COVID-19 són paisatges plens de contradiccions, paisatges d’extrems. Zones turístiques fanstasmagòriques. Continents buits de contingut. Espais en espera. Ruïnes del futur en el present? Ciutats fragmentades i polaritzades en les que els barris perdedors concentren les persones amb vides més precaritzades. I, més castigades per la pandèmia, tant en termes sanitaris com econòmics. Treballadores i treballadors de les fàbriques turístiques sense feina, carregats i carregades de por. Por del present, por del futur. Vides precaritzades, vides incertes. I cada cop més, vides sense futur.
Mentrestant, els altaveus mediàtics anuncien el retorn a la “normalitat”, tot referint-se a la vida prepandèmica com si fos una vida “normal”! L’arribada dels vaccins –propietat de les grans multinacionals farmacèutiques- vista com la “píndola blava” que ens farà oblidar el malson pandèmic i tornar a la vida en somni de la festa eterna. El retorn al paradís. Res s’ha de canviar, tot ha de continuar. I la pandèmia s’ha d’oblidar. Ni una lliçó, ni un sol aprenentatge. SOSTURISME. Quan més millor, quan més aviat millor. “Timber, Timber,.....” (més llenya!)
I, si la crisi pandèmica no ha fet més que ampliar totes aquelles contradiccions de les nostres societats? Unes contradiccions massa sovint invisibilitzades. Turistificació, precarització, balearització, ecocidi, desigualtat, mercantitlització, financiarització...Tot concentrat aquí, a Mallorca. Hem passat de la saturació turística (overtourism) a l’absència de turistes (undertourism). Situacions de vulnerabilitat. Tant una situació com l’altra genera frustració, confrontació, desesperació...I, tot apunta que en el segle XXI, la turistificació global serà una de les expressions del capital més afectades pel final del petroli i el canvi climàtic. El segle de les emergències cròniques. I, aquí seguim instal·lats en el “sense turisme no hi ha futur”.
Artistes i precàries del món uniu-vos! Després de dècades de construcció de l’imaginari turístic, s’ha dinamitat la capacitat d’imaginar altres mons, altres futurs. I, fins i tot, altres mons i altres futurs també turístics. Les revolucions avui se construeixen de petits fragments que esqueixen la monolítica i feixuga “normalitat”. Encletxes que són utopies reals, aquí i ara, i que ens permeten imaginar allò “impossible” en un “món normal”. En aquesta tasca calen artistes, entesos com totes aquelles persones capaces trencar la normalitat, capaces d’imaginar i crear. Necessitam trencar amb el relat del “sense el turisme ens morim de fam” i que fractura la possibilitat de construir altres realitats presents i futures, les utopies. Hem de lluitar contra la política del “tanmateix”. Cal experimentar, equivocar-nos i corregir per transformar. Abandonar la por al fracàs que tan bé ha arrelat la doctrina neoliberal. Si no reaccionam, la “normalitat” ens ofegarà. Ja ho hem vist amb la pandèmia. Escampem la pandèmia de la revolució per trencar amb una “normalitat” que ens mata.